Quiere reducir los inversores eléctricos al tamaño de un tablet
Google ha convocado el concurso The Little Box Challenge, en donde busca conseguir un nuevo empuje para el futuro de la electricidad. La compañía ha retado a ingenieros y amantes de la electrónica a diseñar un inversor de potencia lo más pequeño posible. La idea es conseguir un modelo de inversor más sencillo, que podría revolucionar sistemas de energías renovables. El premio para el que lo consiga es de un millón de dólares.
Los inversores son equipos eléctricos que se ocupan de transformar la corriente continua en corriente alterna. De esta forma, los inversores son una pieza clave para aprovechar la energía que se genera en paneles fotovoltaicos, sistemas eólicos o de movimientos, de manera que se pueda aprovechar, por ejemplo, en redes eléctricas domesticas.
El problema de los inversores actuales es su tamaño, excesivamente grande. Ese problema supone un freno para esta tecnología y en Google se han propuesto buscar una solución. Para ello, la compañía ha decidido colaborar con la organización Institute of Electrical and Electronics Engineers (IEEE) y han convocado el concurso The Little Box Challenge. El objetivo es claro: conseguir el inversor más pequeño posible.
Google ha animado a ingenieros y a amantes de la electrónica a tratar de conseguir este reto, que buscaría un inversor eléctrico del tamaño de un tablet. Desde Google han reconocido que el reto supone «superar obstáculos» considerables y por ello el premio es de un millón de dólares. La compañía pretende así incentivar la participación y que finalmente se consiga el objetivo.
Para Google una tecnología de este tipo podría «cambiar el futuro de la electricidad». En el comunicado en el que han anunciado la convocatoria de la competición, Google ha señalado que «un inversor más pequeño podría ayudar a crear microrredes de bajo coste en lugares remotos del mundo o permitir avances que ni siquiera se han pensado todavía», por ello, los participantes, además del premio económico, aspiran a un lugar en la historia.
FUENTE: El Economista