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La ciudad sostenible implica un cambio de cultura que comienza por incluir los usos de la energía en la ordenación del territorio y por una regulación energética que siga la lógica racional de la más alta eficiencia
Las ciudades son los mayores centros de consumo de energía y de emisiones de CO2, por lo que la mayor transformación en el uso de la energía va a tener lugar en el espacio urbano con un cambio radical en el perfil de los consumidores y en las formas de generación y consumo. El premio Nobel de economía Joseph Stiglitz considera que todos los aspectos de la sostenibilidad están entrelazados entre sí y las ciudades son el escenario en el que se presentan con más claridad porque constituyen el centro de los principales debates de la sociedad.
El cambio más importante de este siglo se está produciendo en las nuevas tecnologías de generación y gestión de la demanda. De un sistema centralizado de producción de energía, que debe rentabilizar las grandes centrales de generación, se está pasando a un sistema descentralizado donde cada consumidor tendrá autonomía para decidir la energía que requiere, cómo producirla y almacenarla en el mismo centro de consumo.
El mayor impacto se produce en las ciudades por su mayor demanda de energía y contaminación atmosférica. Un cambio de paradigma en la forma de construir y urbanizar se impone como prioridad absoluta para reducir los costes energéticos y las emisiones, sustituyendo las fuentes de energía fósil por energías renovables en los edificios y el transporte mediante la más alta eficiencia energética.
“La ciudad funciona gracias a la energía. El ahorro de energía y no su derroche es lo que determina la calidad de vida” afirma Javier García Breva.
Según este experto, la seguridad energética dependerá cada vez más de los modelos de negocio orientados a la demanda y a facilitar al consumidor libertad para generar, almacenar, consumir y vender su propia energía renovable.
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